Otro punto de vista

¿Qué hay detrás del atardecer?

Una rareza.

De cosas y casos raros que me han pasado en la vida, usted es uno de ellos. Aún no recuerdo como descubrí su existencia, desconozco la razón o acción que me hizo mirarle, ni siquiera sabía su nombre, sólo evoco sus expresiones.

-Expresiones acompañadas de sonrisas y adyacente a eso, los utópicos hoyuelos marcados en sus mejillas. Muy pocas veces me intereso determinadamente en observar a alguien. Cada vez que lo observaba, si, literal, lo observaba. Porque nunca lo miré, siempre lo observé. Hago referencia en el verbo observar, porque no solo lo miraba, sino más bien lo detallaba, lo analizaba, lo reflexionaba y me perturbaba, su bendita presencia.

La molestia que siento por el hecho de que usted me guste, es confusa. Me confunden sus hoyuelos, lo recalco nuevamente, sus hoyuelos. Claro, también me desorientan sus ojos llenos de bondad y paz, que despiertan una abismal curiosidad en mi mente, de hecho, me provoca descubrir el volcán que hay en su interior. Y siento como se derrite la barrera de hielo que cubre mis emociones, acontecimiento que no debería suceder, porque advierto que en lo profundo de este témpano habita una pequeña llama, que creí intrascendente hasta que afianzamos nuestras miradas y usted me sonrió… Y lo constataba cada vez que me sonreías y observaba sus envidiables hoyuelos, reiterándolo nuevamente, sus hoyuelos.

En efecto, comprendo que usted no tiene intenciones conmigo, sé que sus reacciones al mirarnos son de pura galantería, sin designo alguno. No le pido que las tenga, a fin de cuentas, mi estadía es corta en este lugar, ¿qué son los años? ¿Qué le puedo brindar yo a usted? Más que encuentros fugaces con temas irrelevantes, de los misterios guardados en el corazón, historias de nuestro pasado, compartir delirantes poemas que hemos ojeado y uno que otro libro influyente y eternizante, escuchar sus sueños inalcanzables, sus deseos prohibidos, mientras bebemos café, té, chocolate o lo que le guste, disfrutar de algún paisaje majestuoso, de esos que brinda su tierra Colombiana o quizás sentarnos en el césped, apreciar una obra de arte, ver un atardecer, disfrutar una tarde de lluvia, inclusive una noche estrellada… Pero, de todos modos, ¿qué le puedo ofrecer yo a usted? Ahora bien, sé que leer esto debe ser muy extraño pero es necesario que lo sepas… Mi integridad y mi conciencia me estimulan a ser sincera. Y le aseguro que yo intento que usted no me guste, que no me atraiga, pero, ahí está usted. Con esa hermosa sonrisa, esos hoyuelos que lo hacen ver tan tierno y esa mirada que parece seria, pero es tan bonita. Y solo con verlo me da esa horrible sensación que detesto tanto, que como consecuencia da una risa nerviosa, un cosquilleo en la panza, que me confirma mi ansia de acercarme y me gustaría tomarle la mano, pero no se si pueda, la verdad no sé si le pertenezca a alguien más. Y aun así quisiera abrazarlo, o ¿podría ser eso un pecado? quiero decirle que me encanta su sonrisa y repito, sus hermosos hoyuelos.

Quiero poder tenerlo a mi lado, leerle el libro que le gusta, o leerle mi libro favorito mientras mis piernas le sirven de almohada. Quiero que se quede conmigo asi sea solo una eternidad… ¿Conoce a usted la eternidad? Entre este segundo y el siguiente, ahí está la eternidad. Y no crea que le estoy ofreciendo mi amor o que estoy en búsqueda del suyo… o quizás sí, no lo sé, solo le expreso lo que pienso, lo que nunca he podido manifestarle en los pocos momentos que hemos cruzado palabras. Lo he intentado, pero no es fácil con tantas personas alrededor y creo que a veces, he sido evidente, lo debes haber notado. Además, estoy segura de que esto no será relevante para usted. Y quiero hacerte notar señor que mi actitud no cambiará, que no soy muy demostrativa públicamente, así como mi manera de ser denota franqueza es preciso mencionarle a usted, que, así como soy de fría e imparcial, soy de dulce y cálida, que es claro que soy selectiva y creyente que no todos merecen conocer quien realmente soy. Hoy te hago conocedor de mis pensamientos y te entregó lo que hasta hoy era secreto. Sin pedirle nada a cambio, solo su confidencialidad, que es más que obvia.

Al final del día en ese atardecer carmesí

Donde las gaviotas parecen inmortalizarse en el cielo

Llegue a la página 1095

Y di quizás mi última sonrisa

Antes de cerrar aquel libro de espionaje, secreto y de amantes.  

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