¿Para que el amor, si no puedo tenerte?

Y por fin encontré la leyenda que me haría feliz.

Ahí estaba…

Esperándo a sonreírme.

Un tal lujoso oro, rubís, esmeraldas que se desbordan en una vasija de barro y que las custodia aquel duende que por su mirada y su canto, hipnotizan a los viajeros.

He llegado a la conclusión que esa leyenda de antaño, en realidad me mostraba la majestuosidad de la vida y sus bellos colores.

¿Como adornar ese arcoíris en su cabello y atraparlo en sus ojos color miel?

Las brisas del viento y su manía de revolcarme la vida, como no perderme en ese bosque encantado donde los búhos te observan desde la punta de los pies hasta la coronilla del alma.

He descubierto que para inmortalizar el tiempo y los mejores momentos, lo seguiré haciendo de esta manera, pues ella me lleva en esa maquina que me devuelve los trazos de felicidad y me regala la satisfacción de retratar el verdadero significado del vivir.

Observe como declamaba ingles en susurros prohibidos, después de parecer extraños en tierras lejanas, se nos fue pegando aquel lenguaje. Somos como abejas en un panal, con miel por todos lados y unas franjas amarillas y negras de tanto besar las flores, un delicioso polen llamado, Tu.

La anotomía de las abejas según estudios indica que no puede volar, sin embargo, lo hace, no se entiende como sus alas son capaces de alzar tan pesada estructura. Entendiendo este concepto, logro comprender que los impulsos cósmicos atraídos desde las más lejanas galaxias hacen milagros…

¿Vos te imaginas como es la fundición de los ríos con el Mar?

Página 38, 11:27 de la noche, dialogando con mi bonsái, tragué vino y recordé la parte que me hacía falta.
Deseaba saciar la sed como un demonio, que arda el cielo de saber que estoy con uno de sus adorables ángeles…
Enviarle una carta al paraíso de las nubes con la firma intachable del infierno, solicitando amablemente que me regalarán siempre tardes de arreboles para darme cuenta que aún sigo con vida, que los demonios desean ver la majestuosidad de sus sueños y que aún el sol se sonroja de ver la luna semidesnuda, en cuarto menguante, que aún no pierde la esperanza de qué los mortales se desvelen por ella …

Salir a la hora de los búhos a contemplar que somos mortales y aún así añorar la eternidad del tiempo, que la suavidad del mar y sus caricias en la playa besan sus arenas con ternura, se funden con el fuego del amor y sus deseos.
El dulce sabor de sus labios, es como ver la lluvia bañando a los árboles por la noche, detrás de una ventana, no los vi, pero los imaginé por el ruido de los tejados y sus murmullos en el viento, podrá parecer sin sentido, pero, tiene mucho sentido y faltan palabras para marcar las pautas de un guion sin apuros, sin embargo ¿quien dijo que los ciegos no podrían ver?

La puerta del oriente, las cejas de Vicente Fernández, el colapso entre el agua y la naturaleza, ¿un poquito de miel?, verdes campos de luz, una carta llamada Mesopotamia, la montaña de los arboles secos y como no tomarse un café con agua de lluvia en esos vasitos de ensueño.

He aquí una leyenda, un cuento, una historia.

Una dulce emoción que me dio al ver,

La mágica mirada de sus ojos…

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